Antonio Fuentes

lunes, 13 de diciembre de 2010

Carmen Laforet por Emilio Sanz de Soto

Acabo de recuperar uno de los últimos textos de Emilio Sanz de Soto, el referido a Carmen Laforet, con ocasión de un número homenaje que le dedica la revista " Caleta ".

En sus últimos escritos, me mandaba sus originales y yo se los transcribía. Esos últimos textos fueron:

- La Introducción de los Cuentos de Vázquez: " El cuarto de los niños y otros cuentos "
- Texto sobre Geraldine Chaplin, para un homenaje que le da la Academia de Cine y
- Texto sobre Carmen Laforet, publicado en la revista " Caleta ".



TÁNGER, por Emilio Sanz de Soto

Y quien también vivió en Tánger durante una larga temporada fue Carmen Laforet, un ser de vibrante sensibilidad que consiguió iluminar los oscuros años de la postguerra española con una novela que, para los de nuestra generación, fue como un milagro: Nada. E igualmente fue un milagro para los exiliados: Juan Ramón Jiménez, que se había prometido a sí mismo no publicar en España ni una sola nueva línea, rompió la promesa y envió a Insula una conmovedora Carta a Carmen Laforet. E igual hizo Ramón J. Sender.

Es poco menos que imposible darle una nueva vida a las sensaciones que aquella novela de Carmen Laforet nos produjo a los jóvenes de nuestra generación. Esa su intimidad herida, ese no atreverse a elevar la voz, ese su escribir en sordina, dotando a las palabras no de un pretendido estilo literario, pero sí de una verdad que invitaba a la ensoñación más que a la reflexión.

Al decir de Jane Bowles, Carmen Laforet tenía el encanto irreal de las hadas, y la verdad real de una niña tímida. En cierta ocasión fui invitado a no recuerdo qué festejo, eso sí, bastante sofisticado, y avisé que llevaría a una amiga. Carmen Laforet se resistía a ir pues decía que no tenía nada que ponerse para asistir a una fiesta en plan elegante. Cuando finalmente fui a recogerla quedé más que sorprendido al verla con una chilaba-sulján blanca, con sus sandalias de playa pintadas de plata, sin maquillaje, con su peinado de siempre, revoloteando al viento.

Cuando llegamos al lugar de la recepción que sí recuerdo que era en la Alcazaba ( tal vez en casa de Ives Viudal ), el Honorable David Herbert, que era quien sentenciaba el " sí " o el " no " de la elegancia de aquel Tánger, en muchos aspectos, un tanto engañoso, corrió hacia Carmen Laforet y la llevó a que su amigo Cecil Beaton la fotografiara. 

A la muerte de Cecil Beaton se organizó en Londres una retrospectiva de su obra. Allí junto a los retratos de una Vivian Leigh o un Truman Capote, figuraba otro retrato con este pie: " Carmen Laforet, spanish writer ".

1 comentario:

  1. Otro de los textos de los últimos años de Emilio fue el del prólogo de mi libro "Cócteles tangerinos" (lo mejor de ese libro, sin duda).

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